Aunque tampoco existe unanimidad doctrinal al respecto, la inmensa mayoría entiende que el factor trabajo y sus rentas deben sufrir una menor carga tributaria que el factor de producción capital y sus rendimientos, porque el primero se deprecia más rápidamente y no puede renovarse como el segundo.
En otro orden de cosas, desde el punto de vista de la distribución de la renta y la riqueza, los datos estadísticos mundiales revelan que una de las características más negativas de los últimos años es la desigualdad creciente, tanto de una variable como de otra[1], especialmente, de la segunda[2]. En España la desigualdad se ha acrecentado, asimismo, respecto de otros Estados de la Unión Europea como efecto de la crisis[3].